Este cuento, joya oscura de la colección El diablo en la botella y otros cuentos, nos sumerge en una experiencia terrorífica singular. Alejado de los sobresaltos fáciles y lo sobrenatural explícito, Stevenson teje una inquietud profunda, casi visceral, que se adhiere al lector en cada página. Es esa escalofriante sensación de una presencia invisible, intensificada por los sonidos nocturnos familiares que se tornan amenazantes, lo que consagra la maestría del autor en este relato: un horror de raíz humana y, por ello, terriblemente palpable. Al cerrar el libro, una punzada de desasosiego puede erizar la piel.
"La niebla se arremolinaba sobre el cementerio como un sudario, y las lápidas se alzaban pálidas y espectrales entre la oscuridad."
Respiro profundamente, tratando de disipar la tensión que se ha instalado. La penumbra de la habitación parece ahora más densa, difuminando los contornos como bajo un velo. Los ruidos habituales de la noche adquieren una nueva resonancia, inquietante y desconocida.
Robert Louis Stevenson, habitualmente asociado a relatos de islas exóticas y búsquedas de tesoros, nos sorprende con esta inmersión en la sórdida atmósfera de la Escocia de su tiempo. Publicado en 1884, "El ladrón de cadáveres" abandona los mapas de aventuras para explorar los oscuros recovecos de una ambición científica sin escrúpulos y una moral peligrosamente laxa. Si bien el contexto político escocés de mediados del siglo XX evoca un período de tensiones y cambios, es en el ambiente opresivo y la lucha interna de sus personajes donde este cuento encuentra su resonancia más inquietante.
La habilidad de Stevenson para crear una atmósfera palpable de creciente horror y paranoia es innegable. Con cada página, uno se siente inmerso en ese mundo sombrío que describe, donde lo desconocido parece acechar en cada esquina. Es difícil, queridos lectores, no sucumbir a esa peculiar mezcla de lo melodramático, lo terrorífico y casi lo infantil que impregna su narrativa. En esa estructura literaria, de una precisión sorprendente, se han edificado innumerables historias que nos mantienen en vilo.
El relato nos introduce a Fettes, un joven y prometedor estudiante de medicina que se convierte en asistente del enigmático Dr. Macfarlane. La urgente necesidad de cuerpos para el estudio anatómico lo arrastra a un pacto oscuro con Gray, un siniestro conductor de carruajes que provee la "materia prima". A medida que la procedencia de los cadáveres se torna más turbia, la conciencia de Fettes comienza a desmoronarse, confrontándolo con una verdad escalofriante sobre los cimientos de su aprendizaje.
"¿Qué importa un cuerpo más o menos? Tal era la filosofía de Gray."
Stevenson despliega una maestría narrativa para tejer una creciente sensación de horror y paranoia. La imaginería de cementerios profanados, la tensión de los encuentros furtivos y la turbia moralidad que envuelve a los personajes se transmiten con una prosa evocadora. Les aseguro, queridos lectores, que es complejo escapar a esta atmósfera opresiva y profundamente perturbadora, sello inconfundible de su terror psicológico. En esa construcción literaria, de una sencillez engañosa, reside la fuerza de innumerables relatos que nos mantienen en tensión.
Los personajes, aunque de trazos concisos, cumplen su función con eficacia. Fettes encarna la progresiva pérdida de inocencia, atrapado entre la promesa del avance científico y el peso de su conciencia. El Dr. Macfarlane se presenta como una figura enigmática, cuya sed de conocimiento parece justificar cualquier medio. Y Gray, con su aura repulsiva y su falta de escrúpulos, personifica la degradación moral y su conexión con los bajos fondos.
"Cada paso que daba hacia adelante en su profesión, parecía llevarlo un paso más cerca de algún abismo insondable"
Los temas que Stevenson explora en esta sombría narración son tan oscuros como su ambientación. La ambición científica sin límites éticos se erige como un eje central. También se analiza la gradual corrupción moral, mostrando cómo las pequeñas transgresiones pueden conducir a actos atroces. Y, por supuesto, el peso de la culpa, que consume el alma de Fettes a medida que se adentra en este mundo de sombras.
"El ladrón de cadáveres" demuestra la habilidad de Stevenson para evocar un terror psicológico que perdura tras la última página. Una historia que nos recuerda los peligros de una ambición desmedida y las tenebrosas consecuencias de transgredir los límites de la moralidad. Un relato que, a pesar de su ambientación histórica, mantiene una inquietante relevancia en nuestra comprensión de la naturaleza humana.
Hasta la próxima inmersión en las profundidades de la literatura oscura.
Saludos desde Glasgow,
Henri Tomé.
Te podría interesar también: