No sabía cómo empezar esta serie de opiniones y reseñas sobre libros de cuentos. Solo sé que de una u otra manera, escribiendo con integridad y despojado de todo tipo de decoraciones fantasiosas, estas reseñas podrían ayudar a unos cuantos amigos a disfrutar de la lectura breve e incluso fortalecer el vínculo con la creación de estas maravillosas obras de la literatura.
Así que opte por buscar entre mis libros, alguno que me saltase encima como si de un animal salvaje se tratase. Fue así, como me encontré con el viejo libro de Julio Cortázar, coprotagonista de esta reseña, ya que he decidido, que escogeré uno de los cuentos de cada libro para comentarlo con ustedes.
Sabemos que Julio fue un argentino nacido en Bruselas, específicamente en la región de Ixelles. Con afán antipolítico y un aura de intelectual desteñido con un amor por los gatos y otras aficiones menos compartidas.
El origen argentino proviene de ambos padres. Su nacimiento en Bélgica es culpa de su padre, funcionario de la embajada argentina en Bélgica. Nacido en plena invasión alemana, con suerte emigraron a Suiza y de allí a Barcelona. Siendo un niño, sus padres volvieron a Argentina y Julio, con aproximadamente cuatro años, creció en Banfield. Incluso después que su padre se fuera de casa.
A partir de allí, se acompañó de algunas enfermedades infantiles, lecturas intensas y primeros pasos en la creación literaria. Los años transcurrieron y su llegada a Francia, frente a la dictadura argentina le dio paso a un nuevo mundo literario. El mundo de Cortázar.
El libro que tengo junto al ordenador, pequeño, de bolsillo. De color amarillo pálido y con un título en rojo que define su origen: Narrativa del siglo XX en lengua castellana. Esta serie de obras de importante influencia en nuestra literatura hispana, se titula simplemente, Julio Cortázar, Cuentos y pertenece a la editorial Espasa, con fecha de 1999 e impreso en España. Parece ser el sexto de la lista, donde también figuran: Gabriel García Márquez, Isabel Allende, Antonio Muñoz Molina, Juan Goytisolo, Jorge Luis Borges, Manuel de Lope, Vargas Llosa, Carme Riera e incluso, Camilo Cela.
El libro recuerdo haberlo conseguido en Vigo. Estaba perdido en el segundo piso de un club social ¿Robado? No, no era mi intención. Quería leerlo y devolverlo justo en donde lo encontré, pero no sé qué habrá pasado. Ahora está aquí. Si le pertenece a alguien, algún civil honrado, que me escriba un comentario. Pero si el dueño pertenece a una institución política, prefiero cuidarle entonces, no vaya hacer que lo usen como pisapapeles.
La selección del cuento no ha sido sencilla. Fundamentalmente quería algo breve. Una historia narrada al estilo natural de Cortázar. Estas fueron las opciones:
Casa tomada, El ídolo de la Cícladas, Torito, La autopista del sur y Queremos tanto a Glenda. El libro tiene otros siete cuentos, que por motivos personales he tenido que eliminar de esta pequeña lista con desconsuelo.
Luego de releerlos, sin duda alguna, la decisión estaba entre Casa tomada y El ídolo de las Cícladas, cuya trama son tan diferentes pero están narradas con una pasiva incertidumbre que terminan siendo una marea de agobiantes emociones. Casa tomada, me he quedado con el primer cuento que apertura el libro.
Existen rumores, como casi todos sus cuentos, de cómo se le ocurrió esta misteriosa historia. En una entrevista, que fracase en el intento de encontrarla, por lo que no puedo confirmar su veracidad pero que se intuye que sucedió, Cortázar reveló que este cuento fue inicialmente una pesadilla que tuvo un día de verano, y que inmediatamente al despertar se abalanzó sobre su máquina de escribir, terminándola de un “tirón”
Sea o no sea real esta versión, vamos a la historia.
La protagonista es la propia casa. Una casa familiar antigua en la cual se detalla cada espacio de una forma sutil y paciente, que va dando forma al tiempo en la que van sucediendo los hechos. Es espaciosa y silenciosa, donde las generaciones familiares han vivido aguardando recuerdos de bisabuelos, abuelos y padres. Los coprotagonistas, son dos individuos. Hermanos, Irene y el Narrador cuyo nombre nunca descubrimos, pero sabemos de él porque el autor nos da pinceladas, que es un hombre de unos cuarenta años, culto de la literatura y fiel de la cultura Europea. Por otra parte, Irene, quien su hermano la describe como una chica nacida para no molestar y que tiene una gran afición por tejer, pasando todas las horas del día creando prendas de vestir. Los sábados era el día en el que su hermano salía a comprar lana para ella y libros, los cual nos da otra pista del tiempo en que ocurre esta historia: «Yo aprovechaba esas salidas para dar una vuelta por las librerías y preguntar vanamente si había novedades en literatura francesa. Desde 1939 no llegaba nada valioso a la Argentina». El estallido de la II Segunda Guerra Mundial genero entre muchas otras cosas, un desabastecimiento de nuevos libros en el continente sudamericano.
Otro personaje, que solo se menciona es María Esther: La novia del narrador, que falleció antes de que se pudieran comprometer y quien culpa a la Casa, diciendo, «A veces llegamos a creer que era ella la que no nos dejó casarnos».
Y sin duda alguna, el misterio radica en lo que “Toma la casa” debido a que no nos describen mucho de estos “seres” tan solo el ruido sordo que generan tras las puertas que los propios protagonistas tienen que ir cerrando para protegerse de ellos: «El sonido venía impreciso y sordo, como un volcarse de silla sobre la alfombra o un ahogado susurro de conversación». La sensación de temor que producen en Irene y su hermano es tan palpable que podemos intuir la fatalidad de estos seres ruidosos e invisibles.
Algo sutil y precioso es la técnica narrativa que utiliza Julio a través del narrador de esta historia para moverse entre largos periodos de tiempo: «Irene rechazó dos pretendientes sin mayor motivo, a mí se me murió María Esther antes que llegáramos a comprometernos. Entramos en los cuarenta años con la inexpresada idea de que el nuestro era un...» El elipsis discreto y feroz que podemos leer en otras historias de Cortázar.
Sin más, dejo hasta aquí esta reseña. Un cuento breve y entretenido que genera múltiples interpretaciones que van desde el peronismo hasta lo terrorífico. Me quedo con la narrativa de Julio y a la espera del próximo libro que me salte encima para comentarlo.
Henry E. Tomé