Sala número 6
Del blanco puro al Saturnismo: Goya y una enfermedad ocupacional sin retratar.
Del blanco puro al Saturnismo: Goya y una enfermedad ocupacional sin retratar.
Como resumen de la enfermedad de Goya: En su correspondencia, Goya no menciona problemas de salud hasta los cuarenta y seis años. A finales de 1792, durante un viaje por Andalucía, padece una enfermedad grave marcada por acúfenos que lo incapacitan. Así, registra sensaciones permanentes de zumbidos y pitidos dentro del cráneo, acompañados de vértigo, pérdidas repentinas de la visión, fiebre, dolores abdominales, sensación de náuseas y desvanecimiento. Recuperará sus facultades después de varios meses, aunque persistirá una sordera total y definitiva.
Una breve búsqueda bibliográfica: Las descripciones son imprecisas y no hay registros médicos de la época. Se han señalado varios diagnósticos, ya comentados en las partes anteriores: poliomielitis, meningitis bacteriana, meningitis sifilítica, intoxicación por plomo, epilepsia, enfermedad de Ménière, accidente cerebrovascular, vasculitis, síndrome de Vogt-Koyanagi-Harada y síndrome de Cogan pero sin pretender refutar esta hipótesis, sí resulta muy probable que determinados síntomas y signos que presentó Goya pueden ser vinculados a la intoxicación plúmbica que muy posiblemente padeció crónicamente, asociada a su dilatada exposición laboral.
Naval, en su tratado “De las Enfermedades de los Oídos”, no considera al plomo, sí al mercurio, como causa de sordera central irreversible y absoluta. Luzuriaga, en su “Disertación sobre el Cólico de Madrid” (1796), explica que el plomo puede provocar “ceguera, o la sordera por cierto tiempo”. Y los galenos franceses, sin aparente género de duda, relacionaron la sordera y los trastornos visuales (o hallazgos exploratorios de los reflejos pupilares) con la “perlesía” (parálisis sensitiva) de la vejiga, la “Ysquiuria” o retención urinaria, la imposibilidad de hacer ejercicio y el tumor voluminoso del periné, obviando o evitando, igualmente que Martínez, Larbarera y Canivell en Cádiz, dar un nombre concreto a la enfermedad que parece consideran “evidente”. Si Goya padeció saturnismo, enfermedad profesional y en absoluto vergonzante, no existe un documento oficial que lo acredite.
Castaños, pública en 2024 que la incidencia reportada según la evidencia actual probablemente se encuentre muy infraestimada. Además, los límites considerados normales de plomo en sangre han variado durante los años. Previo a 2008, se contabilizaban únicamente los casos con concentraciones de plomo superiores a los 25 microgramos por decilitro. En 2009, se modificó el límite a 10 microgramos por decilitro. Desde 2016, los estudios de vigilancia incluyen a todos aquellos pacientes con niveles de más de 5 microgramos por decilitro de plomo en sangre, debido a la evidencia de daño orgánico con concentraciones menores a los 10 microgramos por decilitro establecidas previamente como límite. La Organización Mundial de la Salud (OMS) aporta una cifra inexacta, pero aproximada, del alcance de esta entidad: alrededor de 900.000 muertes por efectos a largo plazo y 21,7 millones de años de vida ajustados por discapacidad en 2019.
En cuanto a algunos de los síntomas, en exposiciones moderadas a largo plazo (40-60 µg/dL) podemos encontrar síntomas neuropsiquiátricos, abarcando trastornos conductuales y afectivos como depresión, fobias y agresividad.
Entre los programas de screening disponibles, destaca la medición de concentraciones de plomo en sangre en población pediátrica seleccionada: según la Academia Americana de Neurología, se recomienda la búsqueda activa en lactantes en viviendas de construcción previa a 1950, expuestos a remedios populares con contenido de plomo, sintomatología de deficiencia de hierro o víctimas de maltrato infantil e, incluso, provenientes de familias con bajos recursos. Muchos de estos factores de riesgo se encuentran hoy día en revisión, plantean-do considerar de alto riesgo los domicilios o centros de enseñanza previos a las regulaciones aprobadas en 1978 y ampliar la edad objetivo hasta los 5 años, cuando todavía es posible encontrar actividad mano-boca.
En cambio, en paciente adulto, la selección de población en riesgo es más estricta: el cribado poblacional se realiza en centros laborales, midiendo los niveles de plomo ambiental. Según las recomendaciones estadounidenses, con niveles superiores a 30 µg/dL/m3 se aconseja la realización de estudios complementarios y la medición de niveles en sangre al menos cada 6 meses. La intoxicación por plomo continúa siendo una patología de elevadas incidencia y prevalencia en la actualidad. La vigilancia epidemiológica de población en riesgo de exposición es la principal herramienta para lograr una disminución de los casos.
Para cerrar algunos atajos: Se afirma que Manuel Godoy, en su colección de pintura, exponía las dos «majas» juntas: la desnuda detrás y la vestida delante y que, mediante un mecanismo de poleas, sorprendía a los visitantes al levantar el cuadro de adelante y «desvestir» a la modelo con un sencillo movimiento.
Una vez restablecido, Goya, recordándose enfermo, se autorretrató junto a su médico el doctor Arrieta, que le abraza sosteniéndole la cabeza a la vez que le ofrece un vaso cuyo contenido parece rechazar el pintor, inscribiendo la siguiente leyenda manuscrita:
“Goya agradecido a su amigo Arrieta por el acierto y esmero con qe le salvó la vida en su aguda y peligrosa enfermedad padecida a fines del año 1819 a los setenta y tres años de su edad. Lo pintó en 1820”
El arte de la evidencia científica aplicada a la prevención: Ruiz de Luzuriaga recomendó una serie de medidas para prevenir la epidemia, como la sustitución de las tuberías de plomo por otras de materiales no tóxicos, y la educación de la población sobre los peligros del plomo. Sus recomendaciones fueron adoptadas por las autoridades, y la epidemia comenzó a remitir. Ignacio María Ruiz de Luzuriaga. Fue un médico español pionero de la salud pública en España. Nació en Villaro, Vizcaya, en 1763. También fue uno de los primeros médicos españoles en defender la eficacia de la vacuna contra la viruela, que había sido descubierta por Edward Jenner en 1796.
Nada más que agregar, salvo el agradecimiento a los investigadores mencionados a lo largo del ensayo. Todas las imágenes pertenecen en calidad de autor a Francisco Goya y sus respectivos vínculos.
Pronto revisaremos otros casos curiosos de esta sala, la número seis.
José Nobrega De Franca.
(Algunas de las fotos, tras sobrevivir las treinta y tantas horas de vuelos y aeropuertos)
Llegada a Caracas. Salida del Aeropuerto y en el cerro, cientos de miles de casas de latón.
Llegada a Valencia. Avenida Cedeño.
El conocido “camino a la felicidad”. Vía Tucacas, Parque Natural Morrocoy.
En lo más alto de la ciudad de Valencia. La montaña del Chuponal, el techo rojizo de los abuelos.