Sala número 6
Del blanco puro al Saturnismo: Goya y una enfermedad ocupacional sin retratar.
Del blanco puro al Saturnismo: Goya y una enfermedad ocupacional sin retratar.
(1982 propiedad de los señores condes de Villagonzalo. Real Academia de Bellas Artes. Madrid. nº inv 1166)
Intuimos la recuperación parcial del pintor reflejada en una especie de «Radiografía de control» como su primer autorretrato pintando en su estudio, de pie y a contraluz.
La vuelta al trabajo «tras una ausencia prolongada» y con una incapacidad física produjo una alteración en la percepción artística de Goya. Fue a partir de ese momento cuando su estilo cambió, desde la enfermedad tratada en Cádiz entre 1792 y 1793 con la perdida de la audición, probablemente, le hizo ver el mundo con un residuo más oscuro. Sus retratos empezaron a ser más fuertes, vigorosos, alcanzaron un poder mayor. Nació en él la estética romántica, con menos amabilidad en la temática y más crudeza en las tonalidades. Comenzó a huir de las pautas académicas y se zambulló en una libertad hasta entonces desconocida en sus obras; con rostros menos detallados y mostrando un mundo más arrebatador.
El plomo era un material común en la época de Goya, y se utilizaba en la fabricación de pintura, tuberías de agua, recipientes de cocina y otros objetos domésticos. La exposición al plomo puede causar síntomas similares a los descritos por Goya, como dolor abdominal, vómitos, diarrea y convulsiones.
Además, Goya era un pintor prolífico, y utilizaba grandes cantidades de pintura blanca de plomo en sus obras. La pintura blanca de plomo era un material muy popular en la época, ya que era barata y fácil de usar. Sin embargo, también era muy tóxica.
El albayalde (hidroxicarbonato de plomo), el litargirio (monóxido de plomo) y el minio (tetraóxido de plomo) eran productos imprescindibles para moler, mezclar y obtener colores, en combinación con el carmín, ocres, tierra roja, aceite de linaza y de nueces. Goya adquiría el albayalde por arrobas, en sacos, a su droguero madrileño don Manuel Ezquerra y Trápaga, y Goya, él mismo y con su ayudante moledor, Perico Gómez, preparaban las pinturas en el taller, cortaban los lienzos y claveteaban éstos en los bastidores, fabricaban pinceles, brochas, espátulas y todo lo necesario, artesanalmente, para el ejercicio de su arte.
También se utilizaba el plomo en la fabricación de tuberías de agua, recipientes de cocina y otros objetos domésticos. El agua que fluía por estas tuberías estaba contaminada con plomo, y las personas que la bebían se intoxicaban. La enfermedad se manifestaba con síntomas como dolor abdominal, vómitos, diarrea y convulsiones. En casos severos, podía causar la muerte.
La tarde se estaba desmoronando y con rapidez el Prado llegaba a su final. En breves estaría de vuelta al aeropuerto. Frente a La Maja Vestida noté lo que a tantos maravilla cuando se observa esta obra. La luz.
El vestido tradicional de maja está compuesto por una enagua blanca, una camisa de manga larga abullonada y un mantón de seda negra que cubre parte de su cuerpo con algunas transparencias con sugerente sensualidad que subyace bajo la superficie. Esos blancos de las telas tan puros, tan brillantes, los conseguía con albayalde, blanco de plomo, un pigmento preparado y conocido desde la antigüedad. A diferencia de su compañera La maja desnuda, donde Goya es más minucioso en el tratamiento de la piel.
El precioso tono rosado de la piel es debido a una mezcla de este blanco con pequeñas cantidades de un pigmento rojo, el bermellón, que es un sulfuro de mercurio. En La maja vestida opta por pinceladas sueltas y pastosas, otorgando a la obra una mayor sensación de espontaneidad y movimiento. La iluminación tiene un papel fundamental, destacando las diferentes texturas de los ropajes y creando un efecto de claroscuro que acentúa la profundidad de la composición. Los detalles azules los preparaba con el llamado azul de Prusia, un compuesto descubierto y fabricado desde principios del siglo XVIII. El amarillo también lo conseguía con un pigmento artificial, el amarillo de Nápoles, un antimoniato de plomo que contiene también algo de estaño, a veces, y que ya era conocido en el antiguo Egipto. Precisamente, para la ciencia, el color es resultado de la interacción entre materia y luz: vemos la parte de la radiación visible que la materia no absorbe.