Lo primero que se debe saber sobre el libro, advierte el autor, es que la ciudad donde se narran los relatos es en sí mismo, una ciudad ficticia cuyos personajes comparten tales característica sagaces en la forma tanto de habitar como de sufrir. Por lo cual, como bien sabemos cuándo leemos ficción, cualquier tipo de similitud es mera coincidencia con la realidad. Aquí no hay humor. Destaca el título de una portada de caricatura con un fondo blanco y su contra parte posterior nos confirma efectivamente, que aquí tampoco.
Eduardo Rodd da comienzo a su obra con algunas páginas de agradecimiento, frases de locutores radiales como el venezolano Iván Loscher o el argentino, Alejandro Dolina. Y otras tantas advertencias, propias de un libro sublevado, donde la comedia se servirá como la cerveza fría de algún bar. Esto lo digo en el buen sentido, que sí, que es en el buen sentido, que una cerveza fría es bien recibida en cualquier lugar del mundo, pero en la opacidad de los bares cavernosos, de calles y bulevares lúgubres, la cerveza, no es más que una preciosa ironía donde aquella misericordiosa jarra puede cambiar la perspectiva de una tenebrosa noche de escombros etílicos (algo que un tal Mágico Johnson con seguridad, podría articular muchísimo mejor desde su cueva).
Me encontré este libro de forma sonora. Su autor, en un programa radial, comentaba sobre su publicación. Sin embargo, la distancia kilométrica entre la cabina remitente valenciana y la conexión vía web de mi portátil en Donosti dificultaron la transmisión, así que las palabras: humor, aquí tampoco, relatos y guataparody se quedaron en mi curioso interés por las nuevas literaturas valencianas.
El pedido del libro lo hice a través de Amazon. En pocos días (4 o 5 dias) llegó a mi casa. Desconocía la editora responsable del libro. Buena maquetación, portadas amenas y lectura dócil. La narrativa me ha resultado cómoda. «Guataparody» es un como recuerdo ajeno y es posible que exista un lugar similar en mi ciudad, pero son cosas que prefiero dejar a la -mera coincidencia- como dice el dicho en euskera: Ez ezazu gehiago pentsatu y vamos a ello.
Un léxico valenciano delata el lugar de origen del autor, que narra diferentes historias a través de relatos cortos estructurados en breves capítulos. Además, Eduardo Rodd presume de sus poemas donde una estructura mucho menos académica, expone una forma de pensar que recuerda a la posguerra americana y todos sus poetas desarmados. También está presente un relato interactivo, como una especie de narrativa epistolar que permite una lectura de libre albedrío que le otorga a este libro un carácter entretenido dada las diversas herramientas literarias utilizadas.
Un libro con tantas formas narrativas puede ser difícil de clasificar en cuanto a trama, sin embargo, el autor deja claro que de principio a fin, que la comedia es su principal protagonista. Historias de comediantes desgraciados, épicos y enamorados... Comedia y como hacer comedia, o como no hacerla.
Tomo el libro y escojo uno de sus relatos: Un brindis por nada.
Beto Border es un comediante que acostumbra a presentarse en un bar lúgubre de la ciudad. Cuya audiencia le sonríe. Se ríen. E incluso vomitan cuando ya estan muy bebidos. En desacuerdo con el umbral intelectual entre su comedia y el publico mediocre, Beto Border asume el problema. Empieza a soñar despierto observando las manchas del techo ¿Cómo se reirán en las tabernas de la clase alta?
“Empezó a alimentar el morbo de la gente que disfruta burlarse del dolor porque encuentra un espejo en el sufrimiento ajeno”
Al asumir la comedia con talante casi académico y no el grotesco del -hazmerreir- de los cómicos, harto de un público frecuentado por putas y policías, Beto decide sentenciar su oficio en la barra a costa de malos tragos de ron. Pero la suerte suele estar del lado de la comedia.
Una noche logra colarse en la mansión de los Fourtaine. Al otro lado de la ciudad. El norte. Pero para su sorpresa, la exalta vulgaridad de los buenos comensales le parece casi tan parecido con los atiborrados bares del sur. Cada uno a su manera y sus formas. Pero símiles entre sí. Los eructos champanizados. Las señoras indecorosas y los glúteos masculinos a su merced. Había algo en aquella vulgaridad que llamaba su atención. Vio en la misma decadencia a la cual estaba acostumbrado, esta vez plagada de lujos y fajos de dólares, una mejor forma de vivir. Una comedia adaptada a su intelectualidad. A su nueva intelectualidad.
“Don Fourtaine acaso podía lamerse los labios para no desperdiciar ninguna gota de whisky”
Cuando Don Fourtaine fue incapaz de pronunciar el discurso de la velada apareció el instintivo de un verdadero comediante. Beto Border se dirigió a la tarima. Cada paso era una batalla librada contra la inestabilidad etílica. En un acto heroico por disimular su tallaje social con bosquejos de intelectualidad genuina y graciosa, asi que optó por levantar su copa, proponiendo a la nueva audiencia un brindis por algo magnífico. Algo más que la nada. Algo mas que el humor.
Aquí No Hay Humor es la primera obra publicada por el autor.
No me quedan dudas, mi teoría sobre la -movida valenciana- y su inapelable realidad. Discreta e intensa. Un estupefaciente artístico que carecen muchas otras ciudades (y capitales). Una teoría que podrás leer en mis publicaciones de esta casa editorial. Valencia es una ciudad radiantemente artística con un sello de discreción que prácticamente es un pacto de confidencialidad entre sus románticos. Eduardo Rodd destapa la botella, puede que en esta reseña no haya humor, pero en Guataparody el humor es una cerveza fría.
Henri E. Tomé
Desde Donosti/San Sebastian. Abril 2023
Una colección de relatos que procura revelar realidades con una crudeza curiosamente tierna. Los personajes no son reales, aunque podrían serlo. Todo acontece en Guataparody, una ciudad no tan ficticia. Y nada de lo escrito en esas páginas da risa, hasta que sí.