Debo confesar que este libro ha sido robado de la sala de espera de un hospital mientras esperaba la consulta de Alergología. Ahora, procedo a describir el libro que me acompaña esta mañana de verano.
Editado por Aula de Literatura Vicens-Vives en un libro ligero. Su portada, al igual que todas las ilustraciones que posee en libro, han sido dibujadas por Kaffa. El dibujo de la portada se ve a La mujer alta persiguiendo a Gabriel (uno de los cuentos que integra esta colección) por encima de ellos CUENTOS en un rojo que resalta sobre el mármol del fondo de la portada, y bajo las mayúsculas, discretamente, Pedro A. de Alarcón.
Ignorando la primera página que tiene un sello azul donde pone: EJEMPLAR DE MUESTRA nos vamos un poco hacia sus entrañas. Es una edición académica. Joan Estruch es el profesor que explicara la vida, la influencia, los fracasos y la narrativa de Pedro. Ahora queridos lectores de Nanacinder, extraeré como ya es costumbre, un cuento de esta edición y lo comentaremos en los siguientes párrafos.
El cuento elegido ha sido El carbonero alcalde. Un cuento escrito en 1859 con un elevado sentido patriótico. Ya que se desarrolla en la batalla del pueblo de Lapeza (Granada) contra los invasores. Pedro convierte una heroica lucha en un símbolo nacional de resistencia. Pero antes de saber quién era el alcalde, debemos tener alguna noción de Don Pedro A. de Alarcón. Nacido en Guadix (Granadino…) en una familia noble hasta que la guerra de Independencia los dejó arruinados. Los franceses se apropiaron de todas los bienes de su familia. Pasó a la adolescencia en una tambaleante ida entre clases sociales, ingresó en Derecho pero abandonó a los 3 meses por dificultades económicas, siendo obligado por su padre a estudiar en el seminario. Durante su vida, pública varios periódicos y seminarios como El eco del occidente o El látigo.
Para 1874 era un novelista consagrado, más aun con la publicación de El sombrero de tres picos (Una historia de adulterio en una época moralmente rígida). Con respecto a sus cuentos, hablaremos de sus características mientras conocemos el cuento elegido para este capítulo. Pedro A. de Alarcón sufrió cuatro accidentes cerebrovasculares, sobreviviendo a tres de ellos con secuelas físicas que impidieron gran parte de su etapa final en la literatura.
El carbonero alcalde, se basa en la contraposición entre los franceses y los lapaceños. La prepotencia militar junto a la modernidad de la Revolución Francesa se enfrenta al atraso militar e ideológico de los lapaceños. Un pueblo se enfrenta a la llegada de los invasores. El alcalde, quien Pedro logra en él, personificar a los lapaceños (y de manera indirecta, a los españoles) con tan solo pinceladas de su físico, sin referencias a su pasado y ni siquiera su psicología, logra convertirse en un personaje simbólico que arrastra al lector, al igual que los lapaceños que lucharon en esa desmedida batalla, del lado del pueblo salvaje y desarmado.
“El alcalde de Lapeza; Manuel Atienza…
Un mortal de cuarenta y cinco a cincuenta años, alto como un ciprés, huesoso o nudoso (que esta es la verdadera palabra) como un fresno y fuerte como una encina… una encina hecha de carbón…
Sus uñas eran pedernal; sus dientes, de caoba; sus manos, bronce pavonado por el sol; su cabello, por lo revuelto y empajado, cáñamo sin agramar…”
¿Por qué nos ponemos de lado de los sentenciados Lapaceños y su alcalde? Pedro los describe como salvajes (le guarda cariño) y nos sensibiliza. Nos hacemos cercanos con los débiles y los derrotados. No los magnifica. No hace de una batalla rudimentaria algo épico, como si llegaban en aquel entonces los soldados franceses con armas y cañones.
Las novelas y los cuentos de Pedro A. de Alarcón pudieron haber quedado desfasadas como muchas obras de la época. Sin embargo, se debe rescatar que el tratamiento formal de su narrativa se adecua a la sencillez del asunto, una técnica de narración que puede encontrar nuevas variantes en la contemporaneidad de la literatura, creando a partir de una formalidad cierta verosimilitud con la historia en su más sencilla expresión. Podría decirse que tiene un afán por moralizar a la sociedad mediante la literatura, pero también fue un escritor que le dio rienda suelta a su interés por lo extraordinario y lo misterioso, sin más pretensión que la de entretener.
Nos volveremos a leer, queridos lectores de Nanacinder.
Henry E. Tomé